Jueves 17/09
Lengua y Literatura
Primer Año
Prof. Analía López
Temas:
*Lectura de cuentos de autor.
*Ampliación de vocabulario.
Objetivos:
*Conocer algunos textos de la autora argentina Ana María Shua.
*Disfrutar la variedad de propuestas.
¡Hola, Chicos! ¿Cómo están?
¡Hoy volvemos a la Lectura!
Antes de
presentarles los textos de hoy, les recuerdo que sigue disponible la Biblioteca
virtual del Desafío Leer 2020. Semanalmente presenta nuevos títulos de
los más variados e interesantes para leer. Tenemos dos aulas abiertas ya
que en la primera llegamos al máximo número de lectores. Así que los invito a
seguir leyendo y eligiendo, junto con la familia, los mejores libros. También
podemos seguir participando en los desafíos y ganando medallas. Si tienen
alguna duda, me consultan a través del mail. ¡Felicitaciones a todos los que participan o han participado en este
hermoso espacio!
Vamos a la lectura de hoy:
La
propuesta del día de la fecha es encontrarnos con hermosos textos. No hay
que enviar nada. Lo que deben hacer es leer los textos que se presentan
a continuación y, si es necesario, aclarar el significado de las palabras
desconocidas, utilizando el diccionario.
Hoy
conoceremos una autora argentina que es excepcional: Ana María Shua.
Ustedes leerán un cuento, un poema y dos microrrelatos… ¡A disfrutar!
Y… ¡Feliz día del ESTUDIANTE!
Textos
de Ana María Shua
1. SOLO DE NOCHE
¡Qué
susto! ¡Qué espanto!
¡Un
cuento de terror viene llegando!
Leandro tenía mucho miedo de quedarse solo de noche, peronunca
lo hubiera confesado. A los 10 años, se sentía demasiado grande para pedirles a
sus padres que se quedaran en casa.
Pero cuando se iban, todo a su alrededor
se volvía amenazador. Le
parecía ver cosas por el rabillo del ojo.
Cuando daba vuelta la
cabeza para mirarlas de frente, las cosas
desaparecían. Quedarse
en su cuarto, sobre todo, le resultaba
intolerable. Taparse la cabeza
con la frazada era todavía peor: si los
monstruos que se imaginaba
lo encontraban así, sin que él pudiera
verlos llegar, estaría completamente indefenso.
Lo curioso es que, al mismo tiempo, a Leandro
le encantaba leer cuentos de terror. Entonces, lo que hacía cuando sus papás
salían era sentarse a leer en el living, con todas las luces prendidas, hasta
que volvieran. Un día estaba leyendo un cuento que le gustaba y le daba mucha
impresión.
Se trataba de un hombre que había entrado
en una cabaña perdida en
medio del bosque. Pasaba la noche allí y a
la mañana descubría que
había dos puertas para salir, pero no
podía acordarse por cuál de las
dos había entrado. Abría una puerta al
azar y se encontraba de pronto
en otra dimensión.
Un desierto inmenso y horrible se extendía
hasta el infinito.
Aquí y allá había unos cactus que se
movían lentamente y parecían
tener ojos. Una extraña fuerza lo atraía
hacia el desierto.
Con un gran esfuerzo de la voluntad, el
hombre conseguía resistir
esa fuerza y se encontraba otra vez dentro
de la cabaña. Pero,
una vez más, no sabía cuál de las dos
puertas daba al bosque y
cuál daba al horror. Y tenía tanto miedo
que se quedaba encerrado
para siempre en la cabaña.
Leandro levantó la cabeza sobre el libro y
miró a su alrededor.
Su casa estaba llena de puertas.
La de la cocina, la del baño, la de su
cuarto, la del cuarto de
sus padres… Cualquiera de ellas podía
conducir a un lugar desconocido
y terrible. Varias estaban abiertas. Pero
la de la cocina estaba
cerrada. Y ahora tenía sed, mucha sed. ¿Se
atrevería a abrir la
puerta de la cocina? Dudó un momento con
la mano sobre el
picaporte. Finalmente, abrió de un
empujón. Azulejos, microondas,
alacenas, cocina, heladera. Todo bien.
Entonces abrió la heladera para sacar una
gaseosa y se encontró
de golpe en un desierto blanco y frío,
infinito. Formas de hielo
de extraño diseño se movían hacia él,
primero lentamente, después
cada vez más rápido. La puerta de la
heladera había quedado a sus
espaldas. Se volvió hacia allí y trató de
correr para volver a la cocina,
pero el suelo parecía estar hecho de un
barro frío y poroso que
se adhería a sus pantuflas. Por suerte la
heladera no se había cerrado.
De algún modo logró aferrarse al borde de la puerta y saltar del otro lado, mientras el barro se tragaba sus
pantuflas con un desagradable sonido de absorción.
–¡Leandro! ¡Leandro! –la voz de su madre
lo despertó– ¡Te
quedaste dormido leyendo en el sillón del
living!
Era maravilloso volver a ver a sus padres.
–¿Qué te pasó? –preguntó su papá– ¿Otra
vez tuviste un mal
sueño?
–Pero mirá cómo tenés los pies embarrados…
¿Saliste al jardín
sin pantuflas? –preguntó la mamá.
Durante mucho tiempo Leandro se negó a
abrir la puerta de la
heladera, y se mostraba muy cauteloso con
todas las puertas en
general. Con el tiempo se le fue pasando
el susto y empezó a
comportarse más normalmente. Había muchas
explicaciones para
lo que le había pasado.
Una simple pesadilla, por ejemplo, que lo
había hecho caminar
en sueños por el jardín. Eso sí: las
pantuflas no aparecieron
nunca más.
Pero hay tantas maneras de
que se pierdan unas pantuflas…
¿O no?
2.
Todos los no
No
toques a los perros por la calle,
a los
gatos tampoco,
no
toques los faroles, las paredes o los cocos,
no
toques mis papeles,
no
toques mi cartera,
no
toques la tele, la computadora, la heladera,
la
nariz, el gomero, el techo, la vajilla,
no
toques las estrellas, los monos, las vainillas,
no
toques la perinola, la llave, la bombilla,
no te
subas a la silla,
no te
subas a la mesa,
no te
subas al ropero, a la ventana, a mi cabeza,
a la
luna, a la escalera, al escritorio,
no te
subas a la cama, al trampolín, a la cerveza,
ni al
cohete, ni al colectivo, ni a la reja,
No
comas fruta que esté verde o esté sucia,
no
comas nada que cualquiera te convide,
no
comas maderitas, ni pasto ni frambuesas,
ni
piedras que se te atragantan,
ni
arena, tierra o basura.
No
comas de la fuente, de la lata, de la mesa
Y por
favor no te comas las orejas.
No
pises la ropa, los pasteles, el charquito,
no
pises mis zapatos, ni a tu hermano chiquito.
No
pises.
Decía
mi mamá, hablándome despacio.
Pero yo no le hacía ningún
caso.
3.ESPECTROS
Si los fantasmas se esconden a tu paso con temblores de
sábana, si los esqueletos vuelven a zambullirse de un salto en sus propias
tumbas, no te jactes, amigo. Nunca te jactes de asustar a los espectros. Las
muecas de terror con que se apartan de tu camino no son más que simulacros con
los que pretenden hacerte creer que todavía estás vivo.
4.Tarzán
Avanzando en las oleadas malignas, las
hormigas carnívoras no han dejado más que esqueletos blanqueados a su paso.
Horrorizado, Tarzán sostiene en su mano temblorosa la calavera pelada de un
primate. ¿Se trata de su amada mona Chita? Condenado al infinitivo, el rey se
pregunta ¿ser tú Chita, mi buena amiga mona? ¿La compañera que alegrar mis
largos días en esta selva contumaz? ¿Ser o no ser?
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Jueves 17/09
Lengua y Literatura
Segundo Año
Profesora Analía López
Temas:
*Lectura de cuentos de autor.
*Ampliación y enriquecimiento de las prácticas de lectura literaria.
Objetivos:
*Conocer cuentos de tres importantes autores/as argentinos/as.
*Disfrutar la variedad de propuestas, reflexionando sobre las preferencias.
¡Hola, Chicos! ¿Cómo están?
¡Hoy volvemos a la Lectura!
Antes de
presentarles los textos de hoy, les recuerdo que sigue disponible la Biblioteca
virtual del Desafío Leer 2020. Semanalmente presenta nuevos títulos de
los más variados e interesantes para leer. Tenemos dos aulas abiertas ya
que en la primera llegamos al máximo número de lectores. Así que los invito a
seguir leyendo y eligiendo, junto con la familia, los mejores libros. También
podemos seguir participando en los desafíos y ganando medallas. Si tienen
alguna duda, me consultan a través del mail. ¡Felicitaciones a todos los que participan o han participado en este
hermoso espacio!
Vamos a la lectura de hoy:
La propuesta
del día de la fecha es encontrarnos con textos muy interesantes. No hay que
enviar nada. Lo que deben hacer es leer los cuentos que se presentan
a continuación y, si es necesario, aclarar el significado de las palabras
desconocidas, utilizando el diccionario.
Hoy conoceremos tres autores argentinos que son absolutamente increíbles. Les presento tres cuentos para que vayan leyendo y conociendo a Claudia Piñeiro, Eduardo Sacheri y Pablo Bernasconi. Son autores destacadísimos. Si buscan información sobre ellos verán que tienen vida activa en el mundo de la literatura, del cine, de las redes sociales. Son los tres muy diferentes. Pero escriben muy, muy bien. Van a ver que puse antes de cada cuento una palabra para orientarlos en el tema de la lectura: “Crimen”, “Fútbol”, “Humor”.
¡A disfrutar!
Y… ¡Feliz día del ESTUDIANTE!
CRIMEN
“Salsa Carina”
Claudia Piñeiro
Se detiene frente a la góndola de conservas.
Quiere hacer una rica salsa, la mejor que haya hecho. Aunque sea la misma de
siempre. No cocina bien, pero sabe que preparando buenos acompañamientos
cualquier plato mejora. Tres recetas alternó hasta el hartazgo en estos
veinticuatro años de matrimonio. Veinticuatro años. Salsa de champiñones para
las carnes, crema de puerros para los pescados y salsa de tomate Carina para
las pastas. Se apropió de una receta de un viejo libro de cocina y la bautizó
con su propio nombre, Carina. Una mentira piadosa. Se agrega al tomate
vegetales picados en trozos muy pequeños: zanahorias, puerro, alcaparras. Ya
los había cortado esa mañana, lo estaba haciendo cuando apareció Arturo en la
cocina. Como todos los primeros sábados de cada mes, vendrían sus hijos,
Marcela y Tomás, que ya vivían solos. Luego de varios desencuentros habían
llegado a ese arreglo: el almuerzo del primer sábado del mes era sagrado. Por
eso su asombro cuando Arturo le dijo que se iba. Por muy importante que fuera
lo que tenía que hacer, nada cambiaba que lo hubiera dejado para después de
comer.
Carina elige dos latas de
tomate y las pone dentro del carro donde ya están el frasco de alcaparras, dos
botellas del vino tinto que le gusta a Arturo y las cajas de ravioles. Mira las
latas dentro del chango, levanta una y después de inspeccionarla, la descarta
porque tiene una pequeña abolladura. La cambia por otra. Por qué escoger una
lata abollada si la cobran igual que las sanas. Recuerda una frase que solía
usar Arturo: no pagar gato por liebre. Pobre Arturo. Va hacia la línea de
cajas, se para en aquella donde hay menos hombres. Los hombres hacen mal las
compras, piensa, cargan de más y cuando pasan por la caja dudan, se dan cuenta
de que no pesaron algunos alimentos, van a buscar algo que se olvidaron. Arturo
nunca hizo las compras. Ni ella le reclamó. Ella no le reclamó nada en
veinticuatro años de matrimonio. Él tampoco hasta esa mañana. Aunque lo de
Arturo tampoco fue un reclamo. Reclama quien pide un cambio, una modificación.
Él apenas informó, dijo pero no pidió nada. Ojalá hubiera pedido.
La última mujer delante
de ella avanza y empieza a descargar sus compras. Carina mira la hora. A pesar
de que le llevó tiempo limpiar la cocina, va a llegar bien. Los chicos no
vendrán antes de las dos. Le dijo a Arturo: “¿Y qué les digo a los chicos?”.
“Yo les voy a explicar”, le contestó él, “después”. Sí, claro, Arturo siempre
después. Pero antes ella tendría que enfrentarlos y decirles por qué su padre
había faltado al almuerzo de todos los primeros sábados. Trató de convencerlo
de que se fuera después de comer. Pero él dijo que no, que ya tenía la valija
lista. Ese no fue el punto, ni la valija lista, ni el almuerzo al que no
asistiría. Hasta ahí ella estaba aturdida, pero entera. Él agregó que lo
estaban esperando. Otra mujer. Y ese tampoco fue el punto porque siempre hay
otra mujer. Pero entonces ella quiso saber qué. No le importaba ni quién ni por
qué ni cómo. Qué. “¿Cómo qué?”, preguntó él. Carina le explicó: “¿Qué cosa de
mí te hizo buscar otra mujer, alejarte?”. Él habló de generalidades, el tiempo
que pasa, el amor que se desvanece, la cotidianeidad que arrasa con lo que se
ponga delante. Sin embargo ella insistió, qué. No lo dejaría ir sin que él
diera un motivo concreto. Y por fin él dijo, para que lo dejara ir. “Tu olor,
olés mal”. Ella sintió un hachazo en el cuerpo. “Huele mal tu aliento, tu piel,
tu pelo”. Esa confesión fue la que cortó el hilo que sostiene a las personas
para que no pasen del deseo al acto. Así como ella sintió un hachazo en el
cuerpo, tuvo el deseo de que un hachazo lo atravesara a él. Y aún empuñaba la
cuchilla con la que acababa de cortar los vegetales.
Paga la cuenta, mete las
bolsas en el chango y va al estacionamiento. No puede recordar dónde dejó su
auto. Recorre la playa en un sentido y en otro. Un vigilador se le acerca: “¿La
ayudo?, no se inquiete le pasa a mucha gente”. Pero ella claro que está
inquieta, porque tiene que ir a su casa, terminar la salsa, decirle a sus hijos
que su padre no almorzará con ellos. No quiere que ese hombre la acompañe. Él
le pide las llaves, casi se las saca de las manos. Apunta a un lado y al otro
hasta que por fin oyen el sonido de una alarma que se desactiva y ven luces
titilando a unos metros de ellos. Carina da las gracias y se dispone a irse
pero el hombre no deja que empuje el carro. Mientras avanzan, ella puede ver el
hilo de sangre que chorrea del baúl. La sangre de Arturo. Mira al vigilador que
todavía no parece haberse dado cuenta. “La ayudo a cargar”. Carina sabe que es
en vano negarse. “En el baúl no, cargue todo en el asiento de atrás”, dice ella
y se para sobre una pequeña mancha en el piso, ahí donde caen las gotas de
sangre. El hombre baja la mirada: “¿Qué hizo señora?”. Ella está a punto de
confesar, o de empujar el carro sobre él y salir corriendo, o de clavarle la
cuchilla con la que mató a Arturo y lleva en la cartera. Pero entonces el
hombre se sonríe y agrega: “Se ve que estaba muy distraída esta mañana”,
mientras señala los pies de Carina. Recién entonces ella nota que lleva puesto
un zapato marrón y otro negro.
FÚTBOL
“ORACIÓN
CON PROYECTO
DE
PARAÍSO”
Eduardo
Sacheri
Querido
Dios:
A veces se me
da por pensar cómo será el Paraíso. Ya sé,
Dios, ya sé
que no va cualquiera, ya lo sé. Pero pongamos que
uno se ha
portado más bien que mal. Y que finalmente la cosa
tiene premio.
¿Qué pusiste
vos del otro lado? ¿Cómo será el asunto? ¿Será un
único Cielo
para todos? ¿Andaremos todos juntos, encontrándonos
y
despidiéndonos después? ¿O será más bien algo hecho como a
medida, una
especie de Cielo personal, para que uno vaya y le
ponga lo que
más le gusta, como cuando uno es chico y tu vieja te
pregunta de
qué querés la torta de cumpleaños? O a lo mejor son
las dos cosas:
en la calle te encontrás con todos, y tu casa la armás
a tu gusto.
Vaya uno a
saber. Pero por si acaso, y supongamos que uno
pueda hacer
peticiones, yo ya tengo dos preparadas. Las tengo de
memoria, por
si acaso en el momento de rendirte cuentas me trabuco
y se me
piantan.
Primero: no
quiero que transmitan los partidos. Te lo pido por
favor. Nada de
estar comiéndome los codos con la campaña de
Almirante. Ya
me banqué bastantes amarguras acá abajo, la
pucha. Aparte,
mirá si pasa algún delegado tuyo y me manyan
puteando al
lineman o al perro ese que acaba de errar un gol
hecho. Y
después se me arma un lío de novela con vos, y yo qué
sé, ponele que
me rajan.
Y lo otro es
que haya una cancha. Una cancha posta, ¿sabés?
Con el pastito
bien verde y parejito. Capaz que ahí nadie juega.
Capaz que
andan todos en otra, cantando, tocando el arpa, vos
debés saber.
Aunque no haya con quién juntarse a patear, a mí no
me importa.
Pero que la cancha esté. Y que haya un balón, claro.
Porque si voy
al Cielo quiero hacer lo que más me gusta en la vida.
Y otra cosa:
que en la cancha llueva, porque con lluvia es más
lindo. ¿Te
imaginás? El trotecito corto. El agua resbalándome por la
jeta. El olor
al pasto mojado. La bola cortita y al pie. ¿Qué más se
te puede
pedir, decime?
No te pido más
nada, Dios. Lo demás que sea como vos dispongas.
Pero por
favor, en serio, por favor: que la cancha esté.
HUMOR
“MUCHONETA”
Pablo Bernasconi
Un señor muy monono se compró una motoneta celeste.
–Voy hasta la esquina –le dijo a la esposa, pero cuando
llegó a la esquina aprovechó que le quedaba nafta en el
tanque y siguió un poco más, hasta el borde de la
ciudad,
y como era en bajada siguió otro poco, por el campo,
entre las vacas y los pastos. Como tenía viento de cola
siguió un poco más, hasta la frontera con el país
vecino, y
como lo dejaron pasar previa presentación de documentos,
siguió un rato más, hasta la cordillera nevada. Como
venía con buen envión, subió la ladera de la montaña
hasta la punta, y ya que el resto era cuesta abajo, se
lanzó
sin miedo, tan rápido que le sobró velocidad para llegar
hasta la costa. Como justo estaba por partir un barco
enorme, se subió y anduvo dando vueltas y vueltas por la
cubierta, hasta que el barco llegó a un país del otro
lado
del mar, con gente de otro color que hablaba raro. Pidió
indicaciones para volver a su casa y, como no entendía
el
idioma, salió para cualquier lado. En cualquier lado
pasaba
un tren que casi lo pisa, y por esquivarlo el señor se
metió
de cabeza en un avión y anduvo con la motoneta por el
pasillo, entre los asientos; los pasajeros lo insultaban
porque
les tiraba el café encima y los llenaba de humo. En
cuanto
el avión aterrizó lo sacaron a patadas, con tanta fuerza
que fue a parar derecho a la puerta de su casa, donde se
quedó sin nafta.
Apenas entró, su mujer le dijo que se lavara las manos,
que estaban por comer. Pero que antes fuera hasta la
panadería
de la esquina, porque se había quedado sin pan.
“Fisicoculturismo”
–Pongan algo
más –dijo confiado Juan Carlos
Tonelado. Se
había propuesto batir el récord mundial de
hombres
forzudos, y no iba a detenerse ahora.
Empezó con
un auto, pero le pareció liviano.
–Agreguen
algo más.
Y se subió
al auto una familia entera.
–¡Algo más!
Y sobre el
auto se subió el campeón mundial de
comedores de
pasteles sentado en un elefante.
–Algo más.
Y sobre el campeón
mundial de comedores de pasteles
se subió un
colectivo lleno de turistas alemanes.
–Algo más.
Sobre el
colectivo de turistas alemanes pusieron una
casita
pequeña.
–Algo más.
Entonces
llenaron la casita pequeña de luchadores de
sumo.
–Algo más.
Y arriba de
la casa pusieron un piano de cola.
–Algo más.
Y sobre el
piano de cola instalaron una pileta de natación
con una
colonia de vacaciones adentro.
Ahí se
detuvieron. Ya era de noche y a Juan Carlos
Tonelado le
daba miedo la oscuridad.