jueves, 30 de julio de 2020

Martes 11 de agosto  de 2020
Lengua y Literatura
Primer   año
Prof. Analía López
Tercera publicación después del receso invernal

Temas:
*El género Narrativo.
*Los cuentos. Lectura e interpretación.

Objetivos:
*Revisar conocimientos previos sobre géneros literarios.
*Leer e interpretar un texto narrativo.

¡Hola, Chicos! ¿Cómo están? La propuesta de hoy es una actividad para realizar esta semana (no hay que enviar). 
Vamos a retomar nuestras infaltables  lecturas. Les voy a presentar un libro maravilloso que está en un formato disponible para ser leído (también lo pueden buscar en internet en PDF).
Se trata de "Cuentos para jugar" de Gianni Rodari. Un libro sumamente entretenido y original. En el video que está a continuación encontrarán más detalles:
VIDEO EXPLICATIVO.



Gianni Rodari

Cuentos para jugar

Título original: Tante Storie Per Giocare


Instrucciones para el uso. 3

El tamborilero mágico. 4

Pinocho el astuto. 8

Aquellos pobres fantasmas. 11

El perro que no sabía ladrar 14

La casa en el desierto. 18

El flautista y los automóviles. 22

La vuelta a la ciudad. 26

Cuando en Milán llovieron sombreros. 29

Alarma en el nacimiento. 32

El doctor Terríbilis. 36

Voces nocturnas. 40

Mago Giró. 43

La aventura de Rinaldo. 46

El anillo del pastor 49

Taxi para las estrellas. 53

La enfermedad de Tino. 57

Aventura con el televisor 61

La gran zanahoria. 65

Cien liras en el bolsillo. 68

El gato viajero. 71

Los finales del autor 74

 


Cuentos para jugar


Estas historias se publican con la amable autorización de la RAI (Radio-Televisión Italiana). De hecho, fueron escritas para un programa radiofónico que se titulaba precisamente Cuentos para jugar, que fue emitido en los años 1969-70.

Estos mismos cuentos aparecieron después en el Corriere dei piccoli.

Cada cuento tiene tres finales, a escoger.

En las últimas páginas el autor ha indicado cuál es el final que él prefiere.

El lector lee, mira, piensa y si no encuentra un final a su gusto puede inventarlo, escribirlo o dibujarlo por sí mismo. ¡Que os divirtáis!




Erase una vez un tamborilero que volvía de la guerra. Era pobre, sólo tenía el tambor, pero a pesar de ello estaba contento porque volvía a casa después de tantos años. Se le oía tocar desde lejos: barabán, barabán, barabán...

Andando y andando encontró a una viejecita.

Buen soldadito, ¿me das una moneda?

Abuelita, si tuviese, te daría dos, incluso una docena. Pero no tengo.

—¿Estás seguro?

He rebuscado en los bolsillos durante toda la mañana y no he encontrado nada.

Mira otra vez, mira bien.

—¿En los bolsillos? Miraré para darte gusto. Pero estoy seguro de que... ¡Vaya! ¿Qué es esto?

Una moneda. ¿Has visto cómo tenías?

Te juro que no lo sabía. ¡Qué maravilla! Toma, te la doy de buena gana porque debes necesitarla más que yo.

Gracias, soldadito dijo la viejecita, y yo te daré algo a cambio.

—¿En serio? Pero no quiero nada.

Sí, quiero darte un pequeño encantamiento. Será éste: siempre que tu tambor redoble todos tendrán que bailar.

Gracias, abuelita. Es un encantamiento verdaderamente maravilloso.

Espera, no he terminado: todos bailarán y no podrán pararse si tu no dejas de tocar.

—¡Magnífico! Aún no sé lo que haré con este encantamiento pero me parece qué me será útil.

Te será utilísimo.

Adiós, soldadito.

Adiós, abuelita.

Y el soldadito reemprendió el camino para regresar a casa. Andando y andando... De repente salieron tres bandidos del bosque.

—¡La bolsa o la vida!

—¡Por amor de Dios! ¡Adelante! Tomen la bolsa. ¡Pero les advierto que está vacía!

—¡Manos arriba o eres hombre muerto!

Obedezco, obedezco, señores bandidos.

—¿Dónde tienes el dinero?

Lo que es por mí, lo tendría hasta en el sombrero.

Los bandidos miran en el sombrero: no hay nada.

Por mí lo tendría hasta en la oreja.

Miran en la oreja: nada de nada.

Os digo que lo tendría incluso en la punta de la nariz, si tuviera.

Los bandidos miran, buscan, hurgan. Naturalmente no encuentran ni siquiera una moneda.

Eres un desarrapado dice el jefe de los bandidos. Paciencia. Nos llevaremos el tambor para tocar un poco.

Tomadlo suspira el soldadito; siento separarme de él porque me ha hecho compañía durante muchos años. Pero si realmente lo queréis...

Lo queremos.

—¿Me dejaréis tocar un poquito antes de llevároslo? Así os enseño cómo se hace ¿eh?

Pues claro, toca un poco.

Eso, eso dijo el tamborilero, yo toco y vosotros (barabán, barabán, barabán) ¡y vosotros bailáis!

Y había que verlos bailar a esos tres tipejos. Parecían tres osos de feria.




Al principio se divertían, reían y bromeaban.

—¡Animo, tamborilero! ¡Dale al vals!

—¡Ahora la polka, tamborilero!

—¡Adelante con la mazurka!

Al cabo de un rato empiezan a resoplar. Intentan pararse y no lo consiguen. Están cansados, sofocados, les da vueltas la cabeza, pero el encantamiento del tambor les obliga a bailar, bailar, bailar...

—¡Socorro!

—¡Bailad!

—¡Piedad!

—¡Bailad!

—¡Misericordia!

—¡Bailad, bailad!

—¡Basta, basta!

—¿Puedo quedarme el tambor?

Quédatelo... No queremos saber nada de brujerías...

—¿Me dejaréis en paz?

Todo lo que quieras, basta con que dejes de tocar.

Pero el tamborilero, prudentemente, sólo paró cuando los vio derrumbarse en el suelo sin fuerzas y sin aliento.

—¡Eso es, así no podréis perseguirme!

Y él, a escape. De vez en cuando, por precaución, daba algún golpecillo al tambor. Y enseguida se ponían a bailar las liebres en sus madrigueras, las ardillas sobre las ramas, las lechuzas en los nidos, obligadas a despertarse en pleno día...

Y  siempre adelante, el buen tamborilero caminaba y corría, para llegar a su casa...

Primer Final

Andando y andando el tamborilero empieza a pensar: «Este hechizo hará mi fortuna. En el fondo he sido estúpido con aquellos bandidos. Podía haber hecho que me entregaran su dinero. Casi casi, vuelvo a buscarlos...»

Y ya daba la vuelta para volver sobre sus pasos cuando vio aparecer una diligencia al final del sendero.

He ahí algo que me viene bien.

Los caballos, al trotar, hacían tintinear los cascabeles. El cochero, en el pescante, silbaba alegremente una canción. Junto a él iba sentado un policía armado.

Salud, tamborilero, ¿quieres subir?

No, estoy bien aquí.

Entonces apártate del camino porque tenemos que pasar.

Un momento. Echad primero un bailecito.

Barabán, barabán... El tambor empieza a redoblar. Los caballos se ponen a bailar. El cochero se tira de un salto y se lanza a menear las piernas. Baila el policía, dejando caer el fusil. Bailan los pasajeros.

Hay que aclarar que aquella diligencia transportaba el oro de un banco. Tres cajas repletas de oro. Serían unos trescientos kilos. El tamborilero, mientras seguía tocando el tambor con una mano, con la otra hace caer las cajas en el sendero y las empuja tras un arbusto con los pies.

—¡Bailad! ¡Bailad!

—¡Basta ya! ¡No podemos más!

Entonces marchaos a toda velocidad, y sin mirar hacia atrás...

La diligencia vuelve a ponerse en camino sin su preciosa carga. Y hete aquí al tamborilero millonario... Ahora puede construirse un chalet, vivir de las rentas, casarse con la hija de un comendador. Y cuando necesite dinero, no tiene que ir al banco: le basta su tambor.

Segundo Final

Andando y andando, el tamborilero ve a un cazador a punto de disparar a un tordo. Barabán, barabán... el cazador deja caer la carabina y empieza a bailar. El tordo escapa.

—¡Desgraciado! ¡Me las pagarás!

Mientras tanto, baila. Y si quieres hacerme caso, no vuelvas a disparar a los pajaritos.

Andando y andando, ve a un campesino que golpea a su burro..

—¡Baila!

—¡Socorro!

—¡Baila! Solamente dejaré de tocar si me juras que nunca volverás a pegar a tu burro.

—¡Lo juro!

Andando y andando, el generoso soldadito echa mano de su tambor siempre que se trata de impedir un acto de prepotencia, una injusticia, un abuso. Y encuentra tantas arbitrariedades que nunca consigue llegar a casa. Pero de todas formas está contento y piensa: «Mi casa estará donde pueda hacer el bien con mi tambor».

Tercer Final

Andando y andando... Mientras anda, el tamborilero piensa: extraño encantamiento y extraño tambor. Me gustaría mucho saber cómo funciona el encantamiento.

Mira los palillos, los vuelve por todos lados: parecen dos palitos de madera normales.

—¡A lo mejor el secreto está dentro, bajo la piel del tambor!

El soldadito hace un agujerito en la piel con el cuchillo.

Echaré un vistazo dice. Dentro no hay nada de nada.

Paciencia, me conformaré con el tambor como es.

Y reemprende su camino, batiendo alegremente los palillos. Pero ahora ya no bailan al son del tambor las liebres, las ardillas ni los pájaros en las ramas. Las lechuzas no se despiertan.

Barabán, barabán...

El sonido parece el mismo, pero el hechizo ya no funciona.

¿Vais a creerlo? El tamborilero está más contento así.




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Martes 11 de agosto  de 2020
Lengua y Literatura
Segundo   año
Prof. Analía López
Tercera publicación después del receso invernal

Temas:
*La literatura y el género narrativo.
*El cuento de terror.

¡Hola, Chicos! ¿Cómo están? La propuesta de hoy es  para realizar esta semana (no hay que enviar). 
Vamos a retomar nuestras infaltables  lecturas. Muchos  de ustedes sugirieron lecturas de terror. Observen el siguiente vídeo:
VIDEO EXPLICATIVO


EL FANTASMA - CATHERINE WELLS



Una niña de catorce años estaba sentada en una vieja cama, recostada sobre unos almohadones y tosiendo de tanto en tanto a causa del resfrío y la fiebre que la obligaban a permanecer allí. Ya no quería seguir leyendo a la luz de la lámpara y permanecía reclinada, escuchando lo poco que podía oír y observando el fuego de la chimenea. Desde abajo, más allá del ancho y oscuro pasillo, cubierto de paneles de roble y en el que colgaban cuadros antiguos con llameantes batallas navales pintadas en sus telas, desde más allá de la amplia escalera de piedra que daba a una pesada puerta chirriante, le llegaban, por momentos, los tenues sonidos de la música de baile. Primos, primos y más primos se hallaban allí abajo, y el tío Timothy, como anfitrión, animaba la velada. Muchos de ellos habían entrado alegremente en su cuarto durante el día, le decían que su enfermedad era «una verdadera lástima», que patinar en el parque era «demasiado divertido», y luego se iban a bailar otra vez. El tío Timothy se comportó con mucha amabilidad. Pero… allí abajo se escapaba para siempre toda la felicidad que la niña había deseado durante más de un mes.

 

Contempló cómo caían parpadeando las llamas del gran fuego de leños en el hogar. Por momentos tenía que apretarse las manos para detener las lágrimas. Había descubierto —pronto empezaba a conocer los pequeños secretos de la feminidad— que si tragaba con fuerza y rápidamente cuando las lágrimas se juntaban, podía evitar que se le inundaran los ojos. Deseó que alguien fuera a verla. Tenía una campana a su alcance, pero no se le ocurría ninguna excusa para hacerla sonar. Deseó también que hubiera más luz en el cuarto. El fuego la iluminaba vivamente cuando los leños llameaban hacia arriba; pero, cuando apenas brillaban, las sombras oscuras bajaban desde el techo y se juntaban en los rincones, contra las paredes. Puso su atención en el tenue resplandor que proyectaba la lámpara sobre el agradable desorden de la mesa de luz: la mermelada de grosellas y la cuchara, las uvas, la limonada, el pequeño montón de libros, todo parecía cálido y acogedor. Tal vez la señora Bunting, el ama de llaves de su tío, regresara pronto a conversar con ella.

 

La señora Bunting muy probablemente estaría más ocupada que de costumbre esa noche. Se habían agregado varios invitados nuevos: los participantes de otra fiesta que llegaron en coche, acompañados de una conocida figura romántica, nada menos que el famoso actor Percival East. La entereza de la niña se había quebrado esa tarde, cuando el tío Timothy le contó que East estaba en la casa. El tío estaba sorprendido: sólo otra niña podría haber entendido perfectamente lo que significaba que un simple resfrío le impidiera conocer en persona a ese mítico héroe del teatro; otra niña que se hubiera desbordado de alegría ante su audacia, llorado ante sus nobles gestos de renuncia, sentido felicidad —y un poco de envidia— ante el abrazo final con la mujer amada.

 

¡Bueno, bueno, querida sobrina! —le había dicho el tío Timothy, palmeándola suavemente en el hombro, con gran pena—. No te preocupes. Si no puedes levantarte, le pediré que suba a verte. Te lo prometo. ¡Qué increíble atracción que tienen sobre las niñas estos personajes! —dijo como para sí mismo.

 

El revestimiento de madera crujió, como suele pasar en las casas viejas. La niña era de esa clase de personas temerosas que no creen en fantasmas, y, sin embargo, desean con toda su alma no cruzarse nunca con uno. ¡Y hacía tanto tiempo que nadie la visitaba! Pasarían muchas horas, se dijo, antes de que la niña que dormía en la habitación de al lado se acostase; las dos piezas estaban comunicadas por una puerta, lo que le daba tranquilidad. Si hacía sonar la campana, pasarían un par de minutos antes de que alguien llegara desde los cuartos de la servidumbre, que se hallaban bastante lejos. Una de las mucamas pronto debería cruzar el pasillo, pensó, para arreglar los cuartos y agregar carbón al fuego de las chimeneas. Todo eso iría acompañado de una serie de ruidos que serían una distracción. ¡Cómo se aburría una en la cama! ¡Qué horrible, que insoportablemente horrible era estar atada a la cama, perdiéndose toda la alegre diversión de allá abajo! Ante este pensamiento, tuvo que tragarse una vez más las lágrimas.

 

Con un ruido inesperado, una explosión de risas y aplausos, la puerta al pie de la escalera se abrió y cerró. La niña oyó unos pasos que subían y unas voces que se acercaban. Era el tío Timothy, quien golpeaba la puerta entreabierta.

 

Pasen —gritó, contenta.


Junto al tío se hallaba un hombre de mediana edad, de expresión tranquila y cabello gris. ¡Al fin el tío había traído un médico!

 

Aquí tiene a otra de sus pequeñas admiradoras, señor East —dijo el tío Timothy.

 

¡El señor East! De pronto comprendió que había esperado verlo llegar envuelto en una capa, con el cabello empolvado y finos ropajes. Su tío sonrió ante su cara de sorpresa.

 

No lo reconoce, señor East —señaló.

 

Por supuesto que lo reconozco —dijo valientemente la niña y se incorporó, sonrojada por la excitación y la fiebre, los ojos brillosos y el cabello revuelto.

 

En efecto, empezó a ver cómo el renombrado héroe del escenario y el hombre de rostro bondadoso se unían como en un mismo retrato. Allí estaba el suave movimiento de la cabeza, la barbilla… ¡Claro! Y los ojos, ahora que los veía con detenimiento.

 

¿Por qué lo estaban aplaudiendo? —preguntó.

 

Porque les prometí que les daría un susto mortal —respondió el señor East.

 

¡Oh! ¿Cómo?

 

El señor East —aclaró el tío Timothy— se va a disfrazar como nuestro viejo fantasma ya desaparecido y nos va a proporcionar un rato verdaderamente escalofriante, allá abajo.

 

¿De verdad? —exclamó la jovencita, con la ansiedad que sólo puede contenerse en la voz de una niña—. ¡Ay! ¿Por qué me enfermé, tío Timothy? No estoy enferma. ¿No se nota que ya estoy mejor? Me he pasado el día en cama. Estoy perfectamente bien. ¿Puedo bajar, querido tío…, por favor?

 

Ya casi había salido de la cama, por el entusiasmo.

 

¡Bueno, bueno, pequeña! —la tranquilizó el tío, alisando las sábanas con rapidez y tratando de cubrirla.

 

Pero ¿puedo?

 

Por supuesto, si quieres que te asuste en serio, te aseguro que te daré un susto tremendo —empezó a decir Percival East.

 

Oh, sí, claro que quiero —gritó la niña, saltando en la cama.

 

Volveré para que me veas cuando esté disfrazado, antes de bajar.

 

¡Ay, por favor, por favor! —exclamó, radiante, la pequeña.

 

¡Una representación privada, sólo para ella!

 

¿Estará de veras horrible? —preguntó riendo.

 

Todo lo que pueda —el señor East sonrió y siguió al tío Timothy, que ya salía del cuarto—. ¿Sabes? —dijo, volviéndose antes de cerrar la puerta y mirándola con burlona seriedad—. Creo que estaré bastante espantoso. ¿Estás segura de que no te importará?

 

¿Importarme?… ¿Tratándose de usted? —rió la niña.

 

El señor East salió de la habitación, cerrando la puerta tras de sí.

 

Tralalá, tralalá —tarareó contenta la pequeña y volvió a meterse entre las sábanas, las estiró sobre su pecho y se puso a esperar.

 

Permaneció muy tranquila durante un buen rato, sonriente, pensando en Percival East, y en sus distintos papeles dramáticos. Lo admiraba mucho. Recordó detalladamente la última obra en que lo había visto. ¡Estaba tan espléndido al batirse a duelo! No podía imaginárselo con aspecto horrible, pensó. ¿Qué haría para lograrlo?

 

Hiciera lo que hiciera, ella no se iba a asustar. Él no podría decir que la había asustado a ella. El tío Timothy también estaría allí, supuso. ¿O no?

 

Oyó pasos frente a la puerta, a lo largo del pasillo, que luego se perdieron. La puerta al pie de la escalera se abrió y luego se cerró con un golpe.

 

El tío Timothy había bajado.

 

La niña siguió esperando.

 

Un tronco, quemado y rojo, se partió súbitamente en dos y los pedazos cayeron de repente en el fondo de la chimenea. La pequeña se sobresaltó con el ruido. ¡Todo estaba tan silencioso! Se preguntó cuánto más tardaría el señor East. Hacía falta atizar el fuego, pues los pedazos de tronco se habían juntado. ¿Debía llamar? Pero el señor East podría entrar justo en el momento en que la sirvienta estuviera avivando el fuego, y eso arruinaría su entrada. El fuego podía esperar…

 

La habitación estaba silenciosa y, a causa de la tenue luz del fuego, más oscura. Ya no le llegaba ningún ruido desde abajo, porque la puerta estaba cerrada. Había estado abierta durante todo el día, pero ahora se había roto el último y frágil vínculo que la unía a los demás.

 

La llama de la lámpara dio un repentino salto. ¿Por qué? ¿Estaría a punto de apagarse? ¿Se apagaría?… No.

 

Esperaba que el señor East no se le apareciera de golpe. Por supuesto que no lo haría. De todas maneras, hiciera lo que hiciera, ella no se asustaría…, no verdaderamente. Hombre prevenido vale por dos.

 

¿Hubo un ruido? La niña se levantó, con la mirada clavada en la puerta. ¡Nada!

 

Pero, sin duda, la puerta se había entreabierto, ¡ya no encajaba tan perfectamente en el marco! Tal vez, la puerta… tenía la seguridad de que se había movido. Sí, se había movido…, se había abierto unos dos centímetros, y, poco a poco, mientras observaba, vio un hilo de luz entre el filo de la puerta y el marco, que crecía despacio y se detenía.

 

No era posible que entrara por allí. Se había entreabierto por sí sola. El corazón de la niña empezó a latir con más fuerza. Sólo podía ver la parte superior de la puerta: el pie de la cama le ocultaba el resto.

 

Su atención se hizo más aguda. De pronto, tan repentinamente como un disparo, descubrió una pequeña figura, como un enano, cerca de la pared, entre la puerta y la chimenea. Era una pequeña figura con capa, no más alta que la mesa. ¿Cómo lo hacía? Se movía despacio, muy despacio, hacia el fuego, como si no se diera cuenta de la presencia de la niña, envuelto en una capa que arrastraba por el suelo, con un sombrero en la cabeza inclinada sobre los hombros. La pequeña se aferró a las sábanas: era algo tan raro, tan inesperado; soltó una risita nerviosa para romper la tensión del silencio…, para demostrarle su aprecio.

 

El enano se detuvo en seco al oír el ruido y giró hacia ella.

 

¡Ay! ¡Pero qué miedo sentía! La cara del enano era de un tono blanco cadavérico, tenía un rostro largo y afilado, hundido entre los hombros. ¡No había color en los ojos que la observaban! ¿Cómo lo hacía? ¿Cómo lo hacía? Era demasiado bueno. Se volvió a reír nerviosamente; y con un estremecimiento de terror que no pudo dominar, vio cómo la figura salía de las sombras y avanzaba hacia ella. Se armó de valor; no debía asustarse por una simple representación… Se acercaba, era horrible, horrible…, estaba llegando a su cama…

 

Escondió de golpe la cabeza entre las sábanas. Nunca supo si gritó o no…

 

Alguien tocaba a la puerta, hablando alegremente. La niña sacó la cabeza de las sábanas, avergonzada por su temor. ¡La horrible criatura había desaparecido! El señor East hablaba desde la puerta. ¿Qué era lo que decía? ¿Qué?

 

Ya estoy listo —dijo—. ¿Quieres que entre y empiece?

 








Martes 4 de agosto  de 2020
Lengua y Literatura
Primer   año
Prof. Analía López
Segunda publicación después del receso invernal



Temas:
*La Ortografía y sus saberes.
*El acento y la tilde.


Objetivos:
·         Revisar los saberes de la Ortografía para valorar su importancia.
·         Conocer la diferencia entre acento y tilde.

                          ¡Hola, Chicos!
   Hoy vamos a estudiar Ortografía, especialmente uno de sus saberes: la TILDACIÓN.

   Como ustedes recordarán, los saberes de la Ortografía son tres:

*Puntuación.
*Tildación.
*Correcta escritura de las palabras.

Antes del receso invernal les presenté un repaso amplio sobre el tema. Hoy retomaremos  esos temas y vamos a realizar actividades sumamente prácticas .

Actividades para enviar hasta el martes 11 de agosto de 2020, inclusive:

1.        Ver nuevamente el video que explica el tema TILDACIÓN:
2.      Explicar cuál es la diferencia entre acento y tilde (no copiar el concepto, usar palabras propias). Colocar dos ejemplos en cada caso.
3.      Leer el texto que sigue. Ubicar las palabras subrayadas en la columna que corresponda, según sean agudas, graves o esdrújulas:


Agudas
Graves
Esdrújulas

Chico



4.      Transformar las siguientes palabras agudas en graves. Luego escribir una oración con esas palabras. “pisó”   “cerró”   “maté”
5.      Responder: ¿Qué sucedió con el significado de las palabras cuando las transformamos?


Enviar la tarea hasta el 11/08, inclusive, a lenguasantainfancia2020@gmail.com






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Martes 4 de agosto  de 2020
Lengua y Literatura
Segundo   año
Prof. Analía López
Segunda publicación tras el receso invernal.
Temas:
*Las clases de palabras.
*El verbo. Uso e importancia.



Objetivos:
ü Conocer los verbos, su uso e importancia.
ü Utilizar correctamente los verbos.
ü Desplegar la imaginación para la revisión de conceptos.


   ¡Hola, Chicos! Hoy vamos a continuar repasando verbos. La idea es conocerlos un poco más, ver sus accidentes y pensar en la importancia de su uso correcto.

       Actividades para enviar hasta el martes 11/08/20, inclusive:

1.        Leer las siguientes oraciones:


2.      Marcar los verbos y completar el cuadro, según estén en Presente o Pretérito (Pasado):
Verbos en Presente
Verbos en Pretérito



3.      Elegir dos oraciones y reescribirlas con el verbo en Futuro.
4.      Pensar y Anotar:
*Un verbo en Modo Indicativo.
*Un verbo en Modo Subjuntivo.
*Un verbo en Modo Imperativo. (Releer el texto siguiente, si es necesario).


Enviar la tarea hasta el 11/08, inclusive, a lenguasantainfancia2020@gmail.com




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